No me centro solamente en los traumas. Muchas veces observo más allá de lo que dice el paciente, la verdad no está sólo en lo que dice sino sobretodo en lo que calla. Disfruto potenciando la mejor versión de las personas. Les entreno para tener habilidades sociales. También trabajo el lenguaje, les ayudo a percibir la importancia de pensar y hablar de forma positiva.
Muchas veces les cuesta hablar de sus emociones. Los hombres han sido educados, en muchas ocasiones, para reprimir las emociones y les hago desaprender todo esto de forma paulatina. Saben que liberar emociones (catarsis) es saludable física y mentalmente porque sino empezamos a enfermar cuerpo o mente, o ambas.
Desaprender conceptos como creer que ir al psicólogo es de locos o que llorar es algo de mujeres. Es hora de eliminar prejuicios y resetearse. Hoy en día necesitamos hombres y mujeres que no sufran analfabetismo emocional.
Entreno que sepan gestionar la incertidumbre porque todo no se puede ni debe controlar. El querer controlar todo lleva a cuadros de ansiedad y depresión.
Empiezan poco a poco a cambiar el pensamiento dogmático por uno más flexible. Y no nos quedamos en teorías sino en cambios de conductas y de estilos de vida. Acción y teoría tienen más fuerza, por ello siempre tengo preparados ejercicios personalizados para que cada persona pueda exprimir su mejor versión.
Arriesgar es hacer cambios e ir soltando lo que no llena. Tomarse la vida con calma implica no ser tan serio y no controlar todo al 200{217e783ee9700a3f36bd24de799c6959d2822cd9ab31e4cc1f2ac0226e097400} porque no se puede, ni debe.
Al final, el resultado tras el paso de ellos por psicoterapia es que veo cambios en su conducta, pero también hay cambios en su cerebro: neuroplasticidad cerebral.